domingo, mayo 22, 2011

Análisis estadístico-numerológico-étnico (?) de la selección Colombia por departamentos: la diversidad a full

Que la rosca paisa, que la rosca valluna, que la rosca bogotana... ¿alguna vez se habló de "la rosca santandereana" o de "rosca tolimense"? Claro que no, dirá cualquier mortal con más de dos dedos de frente, si allá el fútbol no-ec-sisssste. ¿O sí? ¿Quién puede decir que hay predominancia de tal o cual región del país en la selección Colombia? ¿Porqué tanta preguntadera, porqué, Diosssss? Porque así soy yo, me hago preguntas acerca del cosmos y del ser (?). A ver, a que nunca se han hecho ustedes las cuentas de cómo ha estado conformada historicamente la selección Colombia por regiones. O tal vez sí, con alguna variante del tipo "Hermano, con la selección plagada de esos paisas hijueputas nunca llegaremos a nada, uich" (?). Para resolver dudas como ésta, siempre tenemos a la mano al muy esforzado y bastante metódico Departamento de Estadística y Trigonometría Avanzada de LMDF, que ha hecho en exclusiva para el planeta entero el análisis del peso por regiones y ciudades de jugadores en todos lo tiempos en la selección. Peso estadístico, eh, porque si no Valenciano mandaba un sesgo hasta la mierda.
Colombia: un país de megaregiones. La selección: un rejunte de tetrahijueputas (?)
Lo primero que tienen que tener en cuenta antes de leer lo que sigue (compréndannos), es que no el estudio NO abarca toooooodos los jugadores de la selección en tooooda su glaucosa historia. Porque si no, tocaba dejar de tener una vida, pequeño detalle, con tal de hacer un post. ¿Y quién me devuelve la vida, ah? ¡Si muchos de ustedes tienen la mitad de años que yo y no han podido tener una! (?). Así que nos limitamos a los que han jugado al menos 15 partidos con la selección. El número de 15 partidos como corte, lo obtuvimos de una regresión lineal con variables exponenciales, una variografía detallada del número de partidos por jugador, y sobre todo, porque es el número mínimo que muestran en The Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation, la fuente de la cual nos pegamos para tener los datos. El conteo y lo demás ya es de nosotros, eh, tampoco fué copypastear.

Ficha técnica (?):
  • Se usó un revolucionario software, llamado Excel, que permite sumar sin usar calculadora. Puta, cómo avanza el mundo. 
  • Se hizo el estudio con muchas ganas y tiempo robado al trabajo.
  • Margen de error: en ésta vida no hay errores, hay lecciones por aprender (?).
Aclarado lo anterior, veamos primero el listado completo de jugadores con su respectivo datos de ciudad y deapartamento de nacimiento, además de los partidos jugados y los goles convertidos.


See, se ve una que otra sorpresita. Como ver que el ente fantasmagórico de Barrabás Gómez alcanzó a jugar la misma cantidad de partidos en la selección que esa inmensa gloria prehistórica de Willington Ortiz, al que la vida le jugó la puñalada trapera de hacerlo jugar en los años en que compartía delantera generalmente con Rot Wailer, Dober Man y Chander Chapolo. O ver que John Viáfara tiene igual cantidad de partidos que Bernardo Redín (!!!). O el inconcebible caso de Arley Dinas, que es como el Reality de Supervivencia de Car*c*l: La Piedra Sagrada (?): tiene tantos juegos en la selección como (de pie otra vez, carajo) Ernesto Díaz y el Caimán Sánchez. Defintiivamente, Arley, si me estás leyendo: ve a besarle la pija a tu papá putativo, ese hijo de ídem del Cheque García, porque si no fuera por él tu carrera hubiera tenido el mismo destino que la de Melquisedec Navarro.

Ahora concretemos: veamos los jugadores por departamento, y ya vamos a tener material para sacar conclusiones.

Y empezamos, y me emociono con el maravilloso mundo de los números (?):
  • Como primera conclusión: ningún jugador de los siguientes departamentos ha jugado al menos 15 partidos con la selección: Amazonas, Arauca, Caquetá, Casanare, Cesar, Córdoba, Cundinamarca (!), Guainía, Guaviare, Huila, Meta, Putumayo, Risaralda (!!!), San Andrés y Providencia, Sucre, Tolima (!!!!!!), Vaupés y Vichada
  • No me imagino que el presidente de la Federación de Fútbol de Vaupés o Vichada lean ésto y enseguida convoquen una reunión a todos los cabildos y resguardos (?): "Vengan ya mismo en chalupa o a pie, el fútbol vaupesano está en cri-sis". Ahora, sí me llama la atención que departamentos supuestamente tradicionales como Tolima, Risaralda o Cundinamarca (no incluye a Bogotá D.C.) no hayan sido capaces de parir un nativo con aptitudes suficientes como para poder ser, mínimo, representado por el Ch*qui García y convocado para la selección en eliminatorias y amistosos sucesivos contra Honduras o Perú. Haciendo memoria durante una tarde dedicada al ocio, los miembros del Politburó nos acordamos de Dayro Moreno (tolimense), Rafael Castillo (risaraldense) o Sergio "El Checho" Angulo (tolimense), ninguneados en la selección cuando podían ser llamados, o aún pendientes de serlo. O sea: jugaron con la selección, incluso en torneos oficiales (el "Checho" Angulo se cansó de comerse goles en los 4 partidos que la selección jugó en la Copa América del 89), pero no alcanzaron la mágina cifra de 15 partidos, que de alguna manera sirve para filtrar y separar a los Chicho Serna de los Luis Alberto "Simipapinohubiesesidotécnicodelaselecciónhoysóloseríaconocidoenlatiendademibarrio" García.
  • Ahora viene lo de la rosca paisa (?): Antioquia es el departamento con mayor número de jugadores en la selección. Al menos 38 nacidos bajo la férula del Federalismo (?) han vestido la amarilla/roja/azul/zapote/blanca de la selección. Eso no sé si indica el predominio del fútbol paisa, o de los directivos paisas, o de ambas cosas, qué se yo. O del Sindicato Antioqueño, quién sabe, éstos se meten en todo. El jugador paisa con más partidos en la selección es el grandísimo (de pie, carajo, putos) Leonel de Jesús Álvarez, seguido increíblemente del gran (gran tronco) Luis Carlos Perea.
  • A Antioquia lo sigue Valle del Cauca, departamento que en éste momento atraviesa una vacuidad futbolística digna del argumento de un reality. Pero que han sabido albergar glorias futbolísticas como a Freddy Eusebio Rincón (¿no se han sentado todavía? Sigan de pie), Oscar Córdoba o Mario Yepes.
  • De tercero, tenemos a Magdalena. Increíble el caso del departamento del Magdalena, cuyo club representativo compone un símil de la mortandad en la psiquis colectiva (?), pero que ha sabido cubrir de gloria el fútbol colombiano. Empezando por el grandísimo (otro) e inconmensurable prócer de Carlos Alberto Valderrama Palacios, el jugador que más veces ha vestido la camiseta de la selección, pero no terminando ahí. Porque sigue la lista con el Pipa de Ávila, Jorge y Oscar Bolaño, Didí Valderrama, David Ferreira, Eduardo Emilio Vilarete, Hermenegildo Segrera, y uno que otro colado, como Radamel Falcao García (llora de pasíón uno que otro lector de Medellín en éste momento cuando lee ésta línea (?)), que es más cachaco que la traición (?), pero por ser hijo de su papá (es decir, porque su papá era un tronco que jugó en el Unión) nació en Santa Marta. 
  • Después vienen departamentos como Atlántico, Nariño (departamento cuyos genes futbolísticos están totalmente ligados a la costa Pacífica, porque en el Altiplano la ingesta de Cuy no genera aptitudes para patear el balón), Cauca (ídem Nariño), Quindío y Caldas. Y los solitarios casos de Santander (Luis Gabriel Rey), Boyacá (Freddy Guarín) y La Guajira, que no sólo le ha dado al fútbol colombiano a Jeffrey Díaz, sino al grandísimo (mejor quédense de pie todo el post) Arnoldo Iguarán.
Las ciudades de la Furia Amarilla

Ahora, revisemos brevemente los jugadores por ciudad de nacimiento:

Arrasa Medellín, lejos. Ah, ojalá escucháramos esa frase en las noticias deportivas más seguido, pero mejor sigamos (?): la bellísima ciudad otrora denominada "de la Eterna Primavera" (hoy es "el eterno Invierno" o "el Intermitente Verano") ha puesto más jugadores per cápita en la selección que cualquier otra ciudad del país, llámese Cali, Bogotá o Sincelejo (?). La siguen Cali y Santa Marta, y revisando los números de ésta última, nos damos cuenta del hecho que Número de Jugadores de Magdalena en la selección = Número de Jugadores de Santa Marta en la selección = 13 = el fútbol fuera de Santa Marta no essssiste. Y sí: no me acuerdo de algún otro famoso del Magdalena que no sea samario: el único que se me viene a la cabeza es Álvaro Lemmon, del Plato-Magdalena (?). De ahí para abajo vienen los casos pintorescos de municipios ídem, de esos que uno se imagina al pelaíto guiando al mochilero gringo "Caman, míster, ésta es la jaus de Jaime Castrillón, el player más famoso de Puerto Nare, very famous por jugar en la selección Colombia, y por unas photographs, jijiji, se le veía la ganzúa, jijiji" (?).
Los goles por departamento: ahí sí se ve el tocuén paisa (?). Tocuén es cuento. Paisa es paisa.
Y para terminar, miremos el rubro de los goles, eso que tan bien hacen nuestros artilleros cuando juegan en sus clubes. Falta el detalle de hacer los goles en la selección, pero por algo se empieza (?). Veamos la cantidad de goles y el promedio de goles por jugador/por región, y veremos cosas interesantes:
 

Y sí: a pesar que el contingente paisa es más numeroso, es de los menos goleadores. O sea: en cantidad total es superado por el Valle, que pasa a convertirse oficialmente (?) en el Departamento con mayor cantidad de goles en la selección Colombia. Pero si comparamos el promedio de goles por jugador (o sea, los goles totales de jugadores nacidos en un departamento entre la cantidad de jugadores) ahí sí Antioquia se va al carajo: sólo supera a Bogotá, Quindío, Cauca y Boyacá en cuanto a promedio de goles por jugador. El primer puesto en éste ítem lo obtiene La Guajira, por obra y gracia de un sólo individuo. Para los departamentos que tienen más de un jugador en la cuenta, los más altos promedios son Magdalena, Nariño, Valle del Cauca y Chocó. Y eso que en éste listado están incluídos goleadores (ejem, ejem) como Juan Pablo Ángel y Víctor Aristizábal (ejem, ejem). Todo lo anterior debería llevar a los directivos del fútbol antioqueño a reevaluar la dieta de los futbolistas, a disminuir la cantidad de arepa en los desayunos, a disminuir la ingesta de marihuana post-entrenamiento y, sobre todo, a hacer un estudio de caso en Santa Marta y Tumaco, a ver qué hacen allá para hacer tantos goles.

Y para eso, que me contraten a mí, que estoy dispuesto a pasarme un año seguido en Santa Marta, con los gastos de hotel pagos, obviamente. ¡Todo sea por el bien del fútbol! Pero soy tan de malas que me mandarán a Tumaco...


jueves, mayo 05, 2011

El fútbol y el amarillo: historias intrascendentes y trascendentes

Nota: Éste post se escribió originalmente como un artículo para la Revista Boulevard. Debido a que no se ha publicado (no sabemos si la revista o el artículo (?)), lo posteamos aquí. La idea surgió de Daniel Obagi, editor de la revista, que aportó algunas correcciones de forma. Para éste post, se modificó alguno que otro párrafo. Si publicaron el artículo, me avisan (?):

El fútbol es un deporte de multitudes desbordantes de pasión multicolor, diría Quique Wolff. Y añadiría “Pero qué leeeeeeeeeeeendo es el fútbol: el universo entero en pos de alcanzar el sueño del pibe vestido con los colores de sus héroes… seee, el amor por esos colores que tenemos impregnados en nuestro corazón por culpa de La Caprichosa…” Suficiente, gracias Quique. Pero tiene razón el viejo gagá  (?) ese: en el fútbol los colores pesan bastante, más que en otros deportes como, por ejemplo, el Tenis, que gira en torno al blanco y las 300 maneras de combinarlo con tonalidades bajas. O el Baloncesto o el Fútbol Americano, que se apegan a los colores tanto como de la franquicia y/o del patrocinador de turno. O como el golf, por poner un ejemplo de una actividad que no sea un deporte.

Decimos sin temor a exagerar (o sea, porque ya estamos acostumbrados a exagerar (?)) que en el fútbol los colores son tan importantes como el deporte mismo. Los de los clubes o selecciones: el rojo de Liverpool, Bayern München, Benfica o la selección española. La Azzurra italiana, la azul depresión de una importante cantidad de hinchas bogotanos, o el auriazul del club más grande de la Vía Láctea (mode-hincha colombiano de Vokita-off), el Boooooooca Shuniorssssssss. Y no sólo de uniformes hablamos: el colorido de la hinchada, el rojo de los balances financieros de los clubes, el blanco llorón del Real Moudrid. El verde césped. El fucsia de Cristiano Ronaldo. Y el amarillo, el color de… ¿de qué?

Si, ¡de qué! Por ejercicio le pregunto a mi mujer, que de deporte sabe lo mismo que el 90% de lectores de éste blog del arte de complacer a una mujer (?): "Amor, ¿qué piensas de los equipos de fútbol con uniforme amarillo?" y lo primero con lo que sale es: "Nah, son malos todos". Y sí: ¿qué hay con los equipos de color amarillo? ¿En realidad son todos una lágrima por simples razones de estadística? ¿O es simplemente que este color no inspira el prestigio que da uno cuya camiseta abunde en rojo emperador o blanco papal? La teoría se cae cual partidarios a la campaña Pardo Presidente cuando pensamos en Brasil y su imperial, multiganadora y avasallante verdeamarelha (que en realidad es una amarelha con detalinhos verdes). Pero esto puede ser una solitaria excepción a una regla que muchos en el mundo creemos (ya deberíamos formar la cofradía): salir a la cancha vestido de amarillo equivale a tratar de levantarse una vieja en una rumba diciéndole “Huy, se están cayendo los angelitos del cielo” (?).

¿Es tan así? A nivel internacional, quitando a los brasileños, sólo Australia en su continente ha ganado algo a nivel de selecciones, pero tengamos en cuenta que allá compiten contra Nueva Zelanda y los 11 no aptos para el rugby que logren juntar en Micronesia, Vanuatu, Fidji o Samoa. A nivel de clubes, sólo podemos hablar del glorioso Peñarol de Montevideo, que ha exhibido orgullosamente su camiseta aurinegra cinco veces en lo más alto de Sudamérica, y del Borussia Dortmund, único ejemplar europeo campeón en amarillo encendido.

Y en Colombia las cosas no son muy diferentes, nononono.

El amarillo triste de los clubes colombianos

Tengamos en cuenta que, históricamente, los clubes colombianos han tenido para la escogencia de sus colores menos inventiva que un cántico de un barra brava criollo. Por lo general abundan libres interpretaciones de las banderas regionales o municipales, cosa que sabiamente han evitado hacer los clubes bogotanos. Decimos "sabiamente" porque el rojo encendido y el amarillo aerosol de la bandera capitalina no permiten hacer una combinación cromática que resista con firmeza un guayabo dominical. Eso le resta puntos al amarillo como indicador de éxito: entre los clubes capitalinos hay 19 títulos nacionales (13 Millonarios, 6 Santa Fe) asociados con el rojo o el azul. Aparte de éstos en Colombia han ganado clubes de rojo (13 veces América, 6 veces Junior, 5 el Poderossso, una Pasto y Cúcuta), de verde (10 veces Nacional, 8 Cali, una vez Quindío), 4 veces uno de blanco, o más bien, de blanco-blanco: el Once-Varta-Cristal-Phillips Caldas de Manizales. Además fueron campeones una vez la combinación ajedrezada verde-blanco del Chicó, y un azulgrana, el Unión Magdalena (¡¡¡ Puta, Unión fué campeón!!! Ya lo sabía, pero siempre que piensa uno en ello lo tumba la cuasi-paradoja.).

Pero de amarillo sólo uno: el Deportes Tolima. Y eso, si somos jodidos para hilar fino no lo incluiríamos aquí, porque aparte que su color representativo es Oro (está bieeeen), en realidad el club ibaguereño ha tenido tantos cambios en el uniforme a través de su historia, que las tribunas del Manuel Murillo Toro tienen el privilegio de lucir un efecto pixelado que no tiene ningún otro estadio del país. Pero es una solitaria  victoria; el paso de los otros equipos vestidos de amarillo en Colombia ha sido largo y triste como clavarse una tarde a ver cine irlandés. Básicamente nos acordamos del Atlético Bucaramanga, club que ha convertido el hecho de ser hincha en un asunto más de orgullo regional que de pasión ganadora: no solo es uno de los pocos tradicionales que jamás ha quedado campeón, sino que ha sido el único en Colombia que ha descendido 3 veces a la B, record que seguramente superará al año siguiente que ascienda.

El Deportivo Pereira con su discreto Modelo 1970: recuerdo de años más felices. Nunca ganaron nada, pero bue, en cualquier situación debían estar más felices que ahora (?)

¿Dijimos "uno de los pocos tradicionales que jamás ha quedado campeón"? Bueno, aquí les tenemos al otro: el Deportivo Pereira, alias La Furia Matecaña, aka AyPereiritanomehagássufrirmás; el muy pasional pero poco ganador equipo de la capital risaraldense, ostenta orgullosamente su magro historial luciendo su uniforme amarillo encendido frecuentemente adornado con rojo ídem. La misma tonalidad que lucen los relativamente recientes Real Cartagena y Atlético Huila, siempre vírgenes. 

El único campeón colombiano de amarillo-amarillo lo fue por caprichos de algún diseñador despistado. Fue en la final del Torneo Finalización de 2004, que enfrentó a Nacional y al Atlético Junior. Pintaba para una final bastante pareja por el nivel de ambos equipos, pero los pronósticos se fueron a la mierda cuando en la ida los junioristas se despacharon con un llamativo 3-0 que ponía todo a su favor: bastándoles sólo tener cabeza fría en la revancha para ser campeones. Ah, pequeño gran detalle ese de la cabeza fría (?). Porque en el juego de vuelta, en un Atanasio Girardot colmado hasta los baños, el Junior salió a la cancha a jugar con una atípica e inesperada camiseta amarilla que nadie tenía en los registros, que bien pudiera ser la ropa de los entrenamientos o su pijama oficial. El hecho es que a los 5 minutos se notaba claramente que a cada jugador del cuadro barranquillero se le llenaba el culo de preguntas: ¿Qué hago aquí? ¿A qué hora termina esto? ¿Yo sí tengo pasta de campeón? (?). Y se notó en la cancha: al minuto 68 ya el partido iba 5-1 a favor de los locales, que le habían pegado un baile impresionante a la atribulada defensa tiburona, que ese día no era capaz de agarrar ni un billete de $50,000 tirado en el área. Los salvó de una lechoneada histórica el rústico pero voluntarioso defensor argentino, Walter Ribonetto, que quiso dejar su huella en el fútbol colombiano (aparte de las que dejó en los tobillos de varios delanteros ese año), metiendo el pie en el momento justo para dejar el partido con un 5-2 que llevaba la definición del título a los tiros desde el punto penal. Instancia en la que fueron mejores los jugadores de Junior, que celebraron alborozadamente con más alivio que alegría (si perdían así ese campeonato eran empalados todos en el puente Pumarejo), y de paso eliminaron para la estadística un fracaso más de los equipos de amarillo. Por poquito.


El día de la cuasi-amarilleada

Amarillo pollito: la selección Colombia

Pocos se acuerdan que la selección Colombia jugó de amarillo entre 1970 a 1975, época que no precisamente coincide con años gloriosos para nuestro vapuleado representativo. Antes de eso nuestros gladiadores (mode-Caracol-on) salían a las canchas vestidos de azul y blanco, o de azul y azul, o de rojo y negro. Pero de amarillo, nones. Hasta 1970, año en que debutó ese color en nuestra selección para un amistoso contra Inglaterra en que perdimos 4-0. En ese lapso de tiempo jugamos 14 partidos de los que perdimos 12; pero si quiere elucubrar acerca del efecto nocivo de la camiseta amarilla en esos tiempos pare la mano: nuestro potencial futbolístico de esos años no soporta cábalas positivas o negativas, que igual podíamos jugar con la armadura de Robocop y nos metían todos los rivales la mano en el culo.

En 1975 la Federación decidió adoptar para nuestra selección un revolucionario y completamente incomprensible uniforme compuesto por camiseta naranja con pantaloneta negra, como si se pretendiera que por asociación psíquica con la Naranja Mecánica holandesa, nuestros muchachos salieran a la cancha imbuídos del espíritu del Fútbol Total. El asunto es que sea por el tipo de tela, por las preferencias de los diseñadores, o por las tendencias vintage imperantes en la época, más que naranja, ésta venía siendo una tonalidad zapote tropical apagada, que se usó por primera vez en la Copa América en la que quedamos subcampeones. ¿Y el amarillo? Bien, gracias: sólo se dejaba lucir en la banda tricolor que, para colmo del mal gusto, cruzaba en diagonal el uniforme (!!!). Para 1983 retornó el amarillo (entre 1987 y 1991 como alternativa detrás del rojo), y con él comenzaron a surgir buenos jugadores, técnicos sensatos, buenas actuaciones, resultados históricos, clasificaciones a mundiales. ¿Y los títulos? Bien, gracias. Ah, el de la Copa América 2001...

Colofón (?)

No sé ustedes, pero yo me animo a sacar una conclusión: el amarillo será muy lindo y soleado y alegre y caluroso y tropical y animado y es mi patria y es maicena y todo lo que quieras, pero en fútbol no va, al menos en Colombia. Lo que sí produce es alegría para los rivales, parece. La historia no miente: el amarillo no inspira, el rival que le gana a uno va de rojo o de negro o de azul o de blanco. Me atrevo a profetizarlo (y me estoy poniendo de pie ahora mismo y miro a lontananza): ni el Bucaramanga ni el Pereira pueden aspirar jamás a ser campeones luciendo los estandartes cromáticos de un pollito o de un solecito. Lo más sensato que deberían hacer las directivas de esos clubes es cerrar todo, resetear la institución y comenzar de cero retando hasta al Barcelona a jugar por las 3 canastas de pola vestidos de blanco o de rayas rojas y negras. Lástima que el mundo se acaba en 2012 y no veremos si tengo la razón (?)