Grandes pecheadas (lechoneadas/cagadas) del fútbol mundial - Vol I: Francia en las eliminatorias a USA 94

La gran cantidad de años que llevamos viendo fútbol los miembros del Politburó de LMDF nos llevan a extractar la conclusión que hay dos clases de futbolistas: los que se cagan y los que no se cagan. Después de escribir esta tremenda joya del pensamiento que envidiarían filósofos de la talla de Jorge Valdano o el Quique Wolff, algún aguafiestas podrá decir que tambien están los futbolistas que juegan bien y los que juegan como uno. Los que se venden y los que se venden por más. Los metrosexuales y los maricas declarados. Los que juegan por la plata y los que juegan por la camiseta y la plata. Los que corren y Riquelme. Los que tienen buen manager y los que juegan en clubes de Colombia y Perú. Los que siempre están motivados y los colombianos. Pero mejor no sigo más porque estamos entrando en la categoría de los bloggers que categorizan a todo el mundo y los que no.

Hoy inauguramos otra de las fabulosas sagas de LMDF, esas que son esperadas con ansias tanto por bloggers, choferes de buses interurbanos y amas de casa entre 37 y 45 años de todo el país: Las grandes pecheadas/lechoneadas/cagadas del fútbol Mundial. Entiéndase por "pechear" o "cagarse" a aquel acto que combina susto y gelidez para terminar en la derrota inesperada y no pronosticada de algún equipo contra otro (que inicialmente tiene todo en contra, como contar con dos jugadores menos o con dos delanteros colombianos, que en el fondo es lo mismo). O sea, tengo a Megan Fox en la cama borracha e inconsciente y no me la como. No, no, ese ejemplo no, en qué mierda ando pensando (?): es como si saliera con Megan Fox y ella me dice "Hoy seré tuya" y le respondo "No puedo, me tengo que ir ya, tengo que hacer un trabajo de la U". Ahora sí (?). Porque aunque no lo crean, las pecheadas no son patrimonio exclusivo de los deportistas colombianos: también en otras partes se cagan, y bien feo...

La gran churreteada de Francia en las eliminatorias de USA 94

El fútbol es una cosa bastante jodida: decir que el Chaka Palacios estuvo en un mundial de fútbol y Willington Ortiz no, da para reflexionar acerca de las maneras misteriosas que tiene Dios (el de verdad, no el de Falcao, al que le cree él no lo ha podido ayudar para superar su inhabilidad) para decirnos Sus cosas. Dirán los franceses que eso no es nada, que un cadáver como Stephane Guivarc´h fue campeón del mundo y el gran Eric Cantona ni siguiera fue a un mundial. Pero nosotros retrucamos (?) que Willington no tuvo la culpa de ser una isla en medio de un triste y yermo desierto color zapote, mientras que Cantona hizo parte de una brillante generación que tuvo una de las mayores churreteadas jamás vista en un campo de juego: la de la selección francesa que tuvo todo para clasificar sobrado al mundial 94 y físicamente se asustó.

Recapitulemos: las eliminatorias del 94 fueron las primeras en Europa en las que se formaron grupos de 6 y 7 equipos (gracias, Gorbachov), con una que otra situación bizarra como la República Checa y Eslovaquia ya separadas jugando junta por última vez como Checoslovaquia. Y aún así se formaron unos grupazos (clasificaban 2 por grupo): Holanda, Noruega e Inglaterra en uno (quedaron fuera los ingleses), España, Irlanda, Dinamarca en otro (fuera daneses), o el grupo 6 con Suecia, Francia y Bulgaria. En este último grupo los franceses eran favoritos por encima de Suecia y una (aún) casi desconocida Bulgaria: es que con un equipo con Eric Cantona, David Ginola, Marcel Desailly, Laurent Blanc, Emmanuel Petit, Didier Deschamps, Roland Pedros y Jean-Pierre Papin podían jugar facilmente con el Neco Martínez en el arco y no pasaba nada. Bueno, sí, un cague de risa (?), pero me entienden el punto.

Después de comenzar con una incalculada derrota contra una Bulgaria donde solo se conocía al gran (de pie) Hristo Stoichkov (de pie aún, aplausos, ovación, sentarse) en Sofía los galos ganaron 6 partidos y empataron 1 solamente ante Suecia en Estocolmo, quedando con ello de líderes del grupo faltándoles 2 partidos de local contra Israel y Bulgaria, necesitando solo o a) ganarle a Israel para ir de una al mundial, o b) en caso de una catástrofe ante Israel, empatar con Bulgaria para ir a USA. Todo cocinado, ya en Bulgaria se estaban metiendo los afiches de България 94 por el ortov y se esperaba un trámite contra los débiles israelíes (que no habían ganado un solo partido en toda la eliminatoria). Los suecos también dependían de si mismos, pero el panorama para Bulgaria estaba más tenebroso y peludo que cantante escandinavo de black metal: tenía que ganar sí o sí los 2 partidos que le restaban, y además esperar que Francia perdiera los dos que le tocaban. Ajá, nada más eso.

Y se vino el 13 de Octubre de 1993, donde aficionados parisinos abarrotaron el viejo estadio Parc des Princes para gozar la fiesta de la francesidad (?) contra los israelíes, que ya estaban eliminados hacía rato (se ve que el gol del Palomo Usuriaga en Barranquilla los mató) y llegaban a París a cumplir. Y cuando iban 82 minutos y Francia ganaba deslucidamente 2 a 1 se presagiaba la fiesta total en la tierra de Ingrid Betancur (?)...pero increiblemente los israelíes metieron no solo el empate al minuto 83 sino el 3-2 al minuto 93, lo que activó inmediatamente el cagómetro en la parcialidad gala.

Lo peor del partido no fue la derrota con ese horrible equipo israelí (que sólo ganó ese partido en toda la eliminatoria!), ni la noticia que los búlgaros ese mismo día le habían metido 4 a 1 a Austria, quedando aún vivos para la clasificación, sino la sensación que quedó en la retina de todo el mundo que a los jugadores franceses se los comió el cagazo. Aún quedaba el último partido, de local y contra Bulgaria: un empate era suficiente para clasificar a los franceses al mundial. Me imagino a la afición francesa llenando los cafés y bares todo el mes siguiente al partido con Israel, en tertulias cargadas de preocupación disimulada con un "No puede ser, no creo que estos maricones se vayan a cagar ahora, no, no creo, si tenemos un equipazo...", algo parecido a lo que muchos hacíamos en los bares y cantinas de Colombia días previos al Mundial 94, pero esa es otra historia.

Y llegó el día definitivo: el 10 de Noviembre de 1993 se llenó el estadio otra vez en París para ver a sus muchachos contra unos búlgaros dispuestos a todo para ir al Mundial. Claro que no solo contaban con huevas para aportar: aparte del gran Stoichkov los balcánicos traían un combazo impresionante con gente como Krassimir Balakov, Yordan Lethkov, el gran (un monstruo de jugador a pesar que su nombre inspiró multitud de chistes idiotas en mi generación) Lubo Penev, Trifon Ivanov, el portero Borislav "Cambio Extremo" (?) Mikhailov y un rápido delantero llamado Emil Kostadinov. En fin, casi todos los nombres gloriosos en la historia del fútbol búlgaro, pero que en ese partido aún eran en su mayoría desconocidos para el público mundial en esos lejanos tiempos sin Internet.

El partido comienza bien para los franceses, y cuando al minuto 32 Cantona hace el 1-0 después de una tremenda combinación con Papin todo parecía encarrilado. Pero justo en ese momento se empieza a notar nerviosos a les bleus; cada vez que el balón pasaba de la mitad de su cancha pareciera que vieran venir al ejército de Sauron: ya estaba otra vez el cagómetro activado. Tanto que 5 minutos después del gol, en un tiro de esquina Kostadinov, un tipo con 1.75 m de altura le gana en el cabezazo a las torres francesas y mete el empate. Mérde! Se venía la noche y faltaba todavía unos eternos 45 minutos.

No sé que les dijo el técnico francés Gerard Houllier a sus dirigidos para levantarles el ánimo, para apelar a su espíritu ganador, a la historia francesa, a Clodoveo, Carlos Martel, Carlomagno, Enrique IV y Napoleón. No sé que les dijo, pero no sirvió para un culo (?): los galos salieron al segundo tiempo igual y con la cagada aflorando, se les notaba el susto en cada balón que tocaban y en cada jugada que hacían los búlgaros. Faltando 20 minutos Jean Pierre Papin tuvo que salir por calambres (!!!!!!!) dejándole su lugar a David Ginola, lo que pareció simple y llano pánico. El reloj corría, los ataques búlgaros venían, los franceses aguantaban y atacaban pero desordenadamente. Y vino el minuto 45 del segundo tiempo, con todo francés dentro y fuera del estadio respirando dificultosamente a causa de la obstrucción de la vía traqueal por presencia anómala de huevas: una jugada en la esquina del lado búlgaro encuentra a David Ginola con tiempo de hacer la clásica jugadita para perder tiempo...pero ya es hora que veamos el video de los goles de ese partido, absolutamente im-per-di-ble.

Si, otra vez al último minuto, otra vez con todas las de ganar, la selección francesa se abrió de patas y se dejó meter un gol que esta vez definitivamente, los eliminaba del Mundial y proporcionaba material de sobra para los futuros émulos locales del Bestiario del Balón. Fue el mayor cagazón del fútbol de todos los tiempos, sin duda. Aunque si lo vemos del otro lado, tal vez diríamos que lo de los búlgaros esa tarde fue una hazaña épica que le dió el impulso inicial para la consagración de la generación más exitosa de su historia. Yo opino que las dos cosas, que el momento previo, durante y posterior del 2 a 1 de Kostadinov hacen parte de uno de los momentos más dramáticos y bellos del fútbol mundial (el video es emocionante, con el audio en búlgaro, al que nuestros conocimientos en ese idioma nos permiten adivinar algunas cosas pero por la deficiente calidad del mismo no nos permite traducir todo, pedimos disculpas).

El momento exacto en que Francia se terminó de ir a la mierda en el 93

Lo que pasó con esa selección búlgara en el Mundial de EEUU es ampliamente conocido. Lo que le pasó a la selección Colombia también (?). En Francia el asunto fue una tragedia que aún hoy se recuerda con puteadas a mansalva. Lo más suave que se dijo en ese momento fue del calibre de "Somos unos burros..." (dicho por Didier Deschamps). El DT francés con mucha razón pero con menos autocrítica que Jorge Luis Pinto le echó toda la culpa a David Ginola por esa jugada que derivó en el 2-1. Lo más sorprendente de todo es que a los integrantes de esa selección francesa no los deportaron inmediatamente y de por vida a cortar gajos de plátano a la Guyana Francesa: es más, de ese equipo que salió a cagarse esa noche parisina al menos 4 (Desailly, Blanc, Deschamps y Petit) se reivindicaron 4 años después siendo la base del campeón mundial del 98 bajo la dirección del ayudante de Houllier en el 94. ¡Y nosotros que crucificamos a una selección preolímpica sólo por perder 9-0 con Brasil, cortando así la ascendente carrera de cracks como Portocarrero y Robinson Zapata! (?).